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10 El rey Darío firmó la prohibición.

11 Cuando Daniel se enteró de la firma de aquel decreto, se retiró a su casa. La habitación superior de la vivienda tenía las ventanas orientadas hacia Jerusalén. Daniel se recluía en ella tres veces al día y, puesto de rodillas, oraba y alababa a su Dios. Siempre lo había hecho así. 12 Los hombres antes mencionados se presentaron en la casa y encontraron a Daniel orando y suplicando a su Dios.

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